viernes, 5 de abril de 2013

Pablo rehizo y exportó el Cristianismo al Mundo



Yardenit, el sitio donde Juan el Bautista bautizó a Jesucristo
Jesús en Mateo 5:17 señaló que él no ha venido para destruir la ley sino para cumplirla. Estaba plenamente consciente de su misión profética del Judaísmo. Él no repudió la ley de Moisés o las enseñanzas de los profetas, sólo trató de suavizar las interpretaciones del escritor sobre esas normas que eran una carga pesada para el pueblo, reformando el espíritu que estaba detrás de la interpretación literal de la palabra de Dios.

Durante las primeras décadas del Cristianismo en Jerusalén, el mensaje de Cristo se propagó bajo el liderazgo conservador de Santiago, el hermano menor de Cristo y el apóstol Pedro, quienes insistieron en la observancia estricta de la ley judía, mientras que los gentiles conversos de Pablo vivían fuera de Palestina, y escogieron el camino de la libertad de las leyes. La interpretación adecuada y la práctica de la ley se convirtieron en una fuente fundamental de fricción entre las primeras comunidades cristianas del Medio Oriente y Jerusalén. Los Hechos de los Apóstoles, escrito alrededor del año 65, narra la tensión entre la interpretación de Pablo de la misión de Jesús y lo que entendían Santiago y Pedro, quienes no estaban nada contentos con el celoso trabajo misionero del nuevo apóstol autoproclamado Pablo. La misión del apóstol converso no ocurrió en Jerusalén, sino en la Diáspora, fue dirigida a los gentiles del Imperio Romano y su prédica creó desacuerdos entre Pablo y los líderes judíos más conservadores de la Iglesia Primitiva, que se centraban en el templo.

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